sábado, 12 de julio de 2008

El Gato !

Aquí un relato que me pasó un hermano vikingo! No sé cuál haya sido su fuente, y espero que no haya problemas de autorñia , sin embargo me pareció una literatura interesante y con una profunidad inmensa! Enjoy it! Be Vital! [y]

Les juro que lo que les cuento es real, lo sé por que sigo vivo, les pido encarecidamente, amigos, que lean con atención el increíble pero real suceso que aconteció conmigo ayer. No estoy seguro si yo creería algo parecido si tuviera que leerlo, pero les ruego, les suplico que no duden de la fortaleza de mi memoria, especialmente cuando mi experiencia se puede repetir con cualquiera de ustedes.

Eran casi las 12, y a diferencia de otras noches, el ambiente estaba tibio. Estaba deseando que el metro llegara a la estación antes de lo que debía, sólo por esa noche.
No funcionó.
Salí del vagón enfurecido conmigo. "Ya no quiero saber más del estúpido trabajo", pronuncié en voz alta sin darme cuenta, una señora me empujó sin disculparse al llegar a la escalera.
Llegué a casa, aflojé el nudo de mi corbata, encendí el microondas y calenté las sobras de pizza de ayer. Sentí el relajante aire en mis pies que, sin zapatos, se iban acomodando en el reconfortante sillón café.

"Mañana renuncio". Estaba convencido.

Cerré los ojos y recordé un cuerpo que nunca ví, intenté tocarlo. El aire fue rasgado por un sonido que no atiné a adivinar. Abrí los ojos, la pizza estaba lista.
Me levanté del sillón, saqué la pizza y comencé a devorarla acompañandola con tragos de leche que bebía directa del envase.

Estaba pensando en lo que le diría mañana a mi jefa. "Sus constantes abusos y falta de tacto hacen...", me paré en seco, de nuevo escuché el mismo sonido, podría haber apostado a que era el llanto de un niño de pocos meses de nacido.
Me extraño que mi vecino tuviera un niño en casa, y más aún, que lo hubiera dejado completamente solo esa noche.

Pensé que no era mi asunto, que él regresaría en cualquier momento y volví a soñar despierto con mi triunfal renuncia de mañana.

La tercera vez fue el detonante. No podía permitir que dañaran a un niño de esa forma, pensé que podría entrar por la ventana como aquella vez que cerró con sus llaves adentro.
Su departamento esta sólo a un par de metros del mío y no necesitaba cubrirme. Abrí la puerta. Gracias a la luz de media luna supe al instante de donde provenía aquel molesto ruido, no era un niño, era un hermoso gato blanco de ojos azules. Maulló de nuevo, mientras me veía, el ruido ya no me parecía horrendo, podría decir que en esos momentos era muy cercano a ser agradable. Por un minuto entero los dos permanecimos allí, mirándonos el uno al otro. Los gatos nunca me habían gustado, sin embargo a éste pequeño le tomé aprecio sin demora.

Abrí completamente mi puerta, como buen anfitrión y le dije, "Ven, pasa", sin siquiera pensar que un gato no me podría entender por más educado que fuera. Para mi sorpresa, el gato parecía comprender mis intenciones y entró contoneandose suavemente por mi puerta.
Le dí la leche que quedaba en el envase. El gato la miró y podría jurar que vi un gesto de desprecio en su linda cara blanca de ojos azules.

Saltó al sillón sin tomar la leche, y después a la mesa, algo dentro de mi me decía que no debía permitir las patas de un gato en el lugar donde desayuno y ceno. Pero no le di importancia, el gato era hermoso y se veía saludable y limpio, su pelo no tenía una sola mancha.
El gato no debaja de mirarme.

Después de un momento, sentí algo parecido a la primera vez que una chica me sonrió, me acerqué al gato muy lentamente, aquél animal continuaba mirándome a los ojos mientras yo me acercaba y acortaba cada vez mas la distancia entre mis ojos y los del felino.
Lo besé.

Alejé rápidamente mi cara temiendo haberlo disgustado, deseé no haberlo besado pensando que iba a marcharse.
No lo hizó.
Comenzó a ronronear.
Me quité la camisa, me senté en el sillón y lo llamé hacia mí.

El gato parecía entenderme muy bien. Saltó a mi pecho mientras acomodaba una almohada para recostarme y comenzó a lamerme el cuello.
Había sido la mejor sensación que había experimentado, aquel hermoso gato blanco de ojos azules lamiendo mi cuello estaba comenzando a excitarme.
Se detuvo.

Abrí los ojos y aquél felino me miraba con unos ojos color miel muy diferentes, más seductores acercó su pálida cara a mí rostro, la fue inclinando, abrió el hocico y mordió mi nariz. Sentí los colmillos calientes entrando en mi piel, rompiéndola, abriéndola, quemándola. Era tan doloroso y placentero sentir la sangre brotando de mi nariz. No pude evitar las lágrimas en ese instante. Aún no atino a decidir si eran de dolor o de placer.

El hocico se le manchó de sangre. Mi sangre aún tibia y brillante. Me sentía completamente honrado.

"Levántate", dijo el gato.

Mi mente había ya dejado atrás la evaluación de realidad, en aquel momento no podría pensar en algo más que aquel animal.

Me levanté y el gato volvió a su lugar en la mesa. Me puse frente a él.
"Toma el cuchillo", dijo.

Lo tomé y no estaba seguro de qué hacer con él.
"Dame tu oreja derecha", ordenó.

Me sentía fuera de mí, quisiera poder decir que no era dueño de mis actos pero estaría mintiendo. Lo era, en aquel mismo momento pensé sólo un instante en el dolor de cortarme la oreja, comparado con el placer de hacerlo feliz, aquello era insignificante.
Sentí el metal caliente tocar el cartílago, escuchaba muy fuerte cada vez que empujaba el cuchillo cortando el tejido de mi oreja, lo hize una, otra y otra vez. La sangre brotaba y sentía un chorro tibio bajar por mi cuello hasta la espalda.

El dolor era demasiado, cuando faltaba solo un pequeño pedazo de cartílago...
"Detente", fue lo que dijo.
"Arranca el pedazo que cuelga con tu mano derecha", era muy claro.

Sabía que si jalaba lento el dolor iba a ser aún peor, decidí arrancarla lo más rápido posible para evitar aquel martirio.

Tome aquel pedazo de piel con toda mi fuerza mientras mi mano temblaba y jalé lo más rápido que pude.Escuché el sonido del cartílago quebrándose como un trueno seco.
No grité, tampoco supuse que el pedazo de cartílago y tejido arrancarían una parte más grande de la piel mi cuello y nuca.Aquel dolor me estaba gustando demasiado.

Le presenté mi ofrenda al hermoso gato, la olisqueó y la despreció como la leche que le ofrecí al principio.
"Obséquiame tu labio superior".

Ésta vez no dude tanto tiempo. Seguí sus instrucciones, comencé a partir el labio desde el extremo derecho. El tejido era suave, el primer corte fue profundo, pude partir mi piel sin problemas, el cuchilo estaba ahora un poco frío. El contacto del metal con mi piel sabía distinto. Continue cortando y sintiendo mi sangre brotar de ambos lados de la piel cortada.
Si alguién me hubiera visto en ese estado con la sangre aún fresca se hubiera sorprendido mucho de mis dientes superiores ahora visibles pero llenos de sangre.

Finalmente terminé y coloqué el pedazo de labio junto a la oreja, temiendo otro desprecio de mi invitado.
El gato se adelantó, bajó la cabeza, lo olió y me miró sin probarlo.
"Cómetelo".

Me sorprendí de la petición de aquel querido amigo pidiendo que me comiera mi propia carne.
Dudé un par de segundos, pero no podía decir no a aquellos hermosos ojos que ahora eran de un color verde brillante.

Tomé el pedazo de labio que minutos antes había estado unido a mi cuerpo, lo acerqué a mi boca y lo mordí.

El pedazo era pequeño, podría haberlo tragado sin problemas pero preferí morderlo de nuevo. Aún estaba tibio, aún tenía sangre.

El gato estaba complacido mirándome, estaba moviendo la cola de nuevo.
"Vacía el bote de aceíte en una sartén y déjalo hervir", dijo mientras yo continuaba excítandome temiendo cual sería la nueva ocurrencia de mi pequeño huésped.

Todo era silencio... comencé a sentir un pequeño dolor que fue incrementando cada vez que sentía latir mi corazón. La luz fue intensa y me di cuenta que estaba en mi cama, las sábanas estaban completamente quemadas y pegadas a mi cuerpo desnudo, no podría pensar en abrir los ojos puesto que ya estaban abiertos, ya no tenía párpados. Me di cuenta que mi ojo izquierdo no servía más y que no podía moverme. El dolor era muy intenso, sentía cada latido de mi corazón recorrer mi cuerpo varias veces por minuto. El placer se había ido. El gato estaba sobre la silla, justo en frente de mí, lucía más hermoso que la noche anterior, los ojos color violeta eran brillantes y su pelo no tenía rastros de mi asquerosa sangre.
Bajó de la silla, subió a mi cama y caminó sobre mí.

Lo miré acercarse con la única parte de mí que podía mover sin sentir dolor, mi ojo derecho, sentía sus pisadas muy ligeras pero sin dejar de ser dolorosas.

Se acercó a mi cara lentamente, ronroneando y sin dejar de mirarme.
"Te amo", dijo el gato.
Y comenzó a morder mi nariz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Saludos hermano vikingo, no me canso de leer el relato, cuando lo lei en el blog del autor pense que en realidad le había ocurrido, bueno hasta la parte donde confunde el llanto de un niño con el sonido de un gato, espero que algun dia nos cuentes algun relato sobre tus fieras :). Te dejo el link de la fuente,

Ojos Claros